Imagina cambiar La Puerta la Villa por la Plaza del Pumarejo, arrastrarte de Mérida a Sevilla, de La Zona Sur a Triana. Cambiar de piel y atravesar el desierto en busca de una flor incandescente nacida bajo la luz muerta de la luna nueva. Contar los pasos y borrarlos inmediatamente de tu historia y crear una nueva, y escribirla en las paredes de un castillo arrasado, mojando tus dedos en las cenizas que siguen impregnándolo todo de tiempo y furia.
Vivir la vida que te has creado a cabezazos. Es la tuya, es la digna, la buena.
O no.
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