Imagina ser el listo, el gracioso del último pupitre que lanza sus poemas en bolas de papel arrugado a la pizarra. La sensibilidad volando por los aires en vuelo raso para escapar de los radares.
Ponte en su lugar.
Decir que las lágrimas que riegan tus mejillas son de risa y no por tener el corazón destrozado. Pericardio de papel de lija envolviendo un puñado de gominolas. Azúcar engrasado, un cardo envuelto en terciopelo azul.
Hemisferios irreconciliables, ese es el diagnóstico, caballero.
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