Imagina tener su pelo entre tus manos una vez más, verte envuelto en su aroma de sangre y flores de nuevo. El primer amor acariciándote la espalda, besándote el cuello, respirando, al compás, en tu oído.
La fuerza y las ganas de vivir.
Saber que era lo correcto y que has de retomar el camino que lleva hasta la plenitud de su juventud, entregada a ti como dádiva insuperable.
Volver a escribir su nombre en la arena y pelear al mar su ímpetu destructivo.
Saber quién eres.
Y serlo.
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