Imagina volar agarrado a la espalda de un halcón, oteando el fracaso dejado atrás y su cuerpo, menudo, dándote la espalda en la lejanía.
Llegar a la puerta del templo y curarte las heridas sobre la barra de madera embadurnada de tiza. Mezclarte con los parroquianos de corazón partido.
Y saber que aunque lloraste frente a su puerta, el que venciste al final fuiste tú..
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