Imagina tener que estar pendiente de todo. Ser el punto de conexión, el intercambiador, el lugar donde todos acuden a cobijarse, a ser escuchados. A ser comprendidos.
No poder más, estar harto de ser el pañuelo de lágrimas de todo el mundo.
Y ser tú el que explote en llanto, escondido en el salón de tu casa, para que nadie pueda ver que tú también eres humano.
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