Imagina tener tu sitio en el tejado, con tu nombre grabado en un ladrillo a base de rasgar con una navaja oxidada que perteneció a algún antepasado tuyo del cual no recuerdas su nombre. Subir cuando todos ya se han dormido. Dejar que tus piernas cuelguen por la fachada.
Descubrir que, aunque lo intuyas, no eres el único loco del mundo..
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