Imagina un adios desesperado como único punto de fuga. Un no saber por qué pero una salida fácil, sin sentido, emboscada.
Saber que todo volverá a repetirse. El coser y el descoser. El arco.
Y las lágrimas.
Dejar que la marea te ataque los tobillos. Agitarlo, menearlo, romperlo todo.
Y seguir agarrado. Disfrutando de la travesía.
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