Imagina saberlo sin saberlo. Ver que algo comienza a cojear, sentir una fuga en tu aurícula.
Tener que enfrentarte a ello sin saber por donde agarrarlo, sin saber si lo que pasa es que definitivamente te has vuelto loco.
Otra vez.
Y pensar que se te ha metido el diablo en el ojo, volteando tu mundo y poniendolo todo patas arriba, con la intención de volver a reirse de ti.
Porque en realidad sabes que no pasa nada, cada día el brillo es más intenso..
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